2019-06-07
La estación primaveral roza sus días finales. Hemos pasado, tal vez demasiado rápido, las páginas de nuestro calendario, pero en Bodegas Ramón Bilbao no nos olvidamos de hacer memoria y recordar los principales cambios que experimenta la vid durante la estación de la vida. La llegada de la primavera rompe con la estampa invernal de adormecimiento de las vides, para dar lugar a uno de los espectáculos vegetales más singulares, en el contexto del ciclo vegetativo de la vid: el lloro.
Si una vid llora, es que la estación por excelencia de la vida, la primavera, ha comenzado. Esas gotas que vemos derramarse no son más que un increíble mecanismo, que forma parte del ciclo vegetativo de la vid, para curar sus heridas. Estas lágrimas anuncian el comienzo del rebrote de la vid. Un llanto, que a pesar de la tristeza implícita del nombre, es un símbolo de alegría.
Cuando la temperatura del suelo alcanza los 10 grados, la savia en estado de letargo de la planta comienza a circular. Gracias, también, al aumento de las horas de sol y el grado de humedad del suelo esta sangre vegetal comienza a moverse. La vid tiene capacidad de recuperarse del invierno, absorbiendo agua y elementos minerales del suelo. El lloro supone el remonte de la savia por los sarmientos. Es el movimiento que hace que la vid vuelva a la vida y se prepare para brotar, florecer y transformar sus flores en uvas.
Cuando esa savia en movimiento alcanza los bordes podados de las ramas, comienza esta fase del ciclo vegetativo de la vid. Un llanto que puede verse en minúsculas pero constantes gotas de lo que en apariencia es agua. Nada más lejos de la realidad: ese líquido transparente que vemos en forma de lágrimas es una mezcla de sustancias vegetales vivas, que preparan a la planta para la siguiente fase del ciclo vegetativo: la brotación.
El principal objetivo del lloro es que las ramas podadas cicatricen, generándose una barrera de protección a diferentes agresiones exteriores como pueden ser las plagas, que con la primavera es habitual que hagan acto de presencia en el viñedo.
El lloro de la vid es crucial, tanto como lo es la poda. De la eficacia de esta última y de la elección de su momento perfecto dependerá que la vid llore en el momento que debe hacerlo. Y, lo que es más importante, que cumpla otra de sus funciones: permitir la correcta foliación de la planta.
Las hojas de la vid son las responsables de la transpiración, la respiración y la fotosíntesis. También, en ellas se forman las moléculas de azúcares y ácidos que se acumularán en cada fruto y condicionarán su sabor.